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El extraño auge arquitectónico de Tirana, la Dubái de los Balcanes

Decenas de rascacielos de hasta 300 metros de altura se construyen en la capital de Albania, pese a que ni su economía ni su población lo justifican

Downtown One Building, de MVRDV.
Downtown One Building, de MVRDV.TIM CHONG
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Tirana, capital del país con el cuarto PIB per cápita más bajo de Europa y ciudad de residencia para 494.000 habitantes, asiste hoy a la construcción de un rascacielos de 300 metros de altura, seis edificios de más de 200 metros de altura y otros 21 por encima de los 100. Cuatro torres más han sido inauguradas en los últimos cinco años, incluida la recientísima Downtown One, obra de los holandeses MVRDV, que ya convirtieron la vieja pirámide brutalista que representó al gobierno del tirano Enver Hoxha en una estructura colorista y amistosa. MVRDV no es el único estudio célebre que trabaja en Albania: los despachos de Bjarne Ingels, Massimiliano Fusskas, Ricardo Bofill y Alejandro Aravena también construyen rascacielos en Tirana. No es poco para una ciudad que solo es algo más grande que Murcia, ¿no?

Raro es el mes en el que no aparece el nombre de Albania en las páginas de las revistas que catalogan la arquitectura contemporánea como Archdaily o Dezeen. Un día lo hace porque hay protestas contra el proyecto de Bjarke Ingels de tirar el modesto Teatri Kombëtar de 1939 y construir un rutilante nuevo teatro nacional. Otro día lo hace porque Tirana ha presentado un rascacielos-bosque y unos grandes almacenes que son un cubo casi perfecto recubierto de cristalitos dorados, ambos firmados por el milanés Stefano Boeri. En julio pasado, la noticia fue la presentación de un nuevo conjunto de dos rascacielos, el más alto de ellos de 50 alturas, que se separan y se juntan en las alturas como si estuvieran haciendo un ballet, según sus arquitectos, los portugueses OODA.

Para saber más

El bum de Tirana ha llevado a hablar del pequeño Dubái de los Balcanes y, acto seguido, a preguntarse qué explica un furor así. Dubái y las ciudades estado del Golfo Pérsico no son ajenas a la especulación ni a los delirios de grandeza políticos, pero despegaron gracias a una fuente de riqueza real: el petróleo. Sin embargo, en Albania no hay ningún descubrimiento económico comparable, por mucho que el turismo de playa haya crecido en los últimos años en la mitad sur del país.

La primera explicación es histórica. La economía albanesa está marcada por el recuerdo de un inmenso sistema bancario-piramidal que se quebró en 1997 y que arrastró a cientos de miles de particulares. Según un estudio de la profesora de la Universidad de Ohio Smoki Musaraj, la construcción fue el único refugio en el que han confiado los ahorradores albaneses desde entonces. Su economía ha atravesado por varios momentos de recesión en las siguientes dos décadas, pero la industria de la vivienda nunca ha dejado de crecer.

La antigua pirámide Enver Hoxha, reformada.
La antigua pirámide Enver Hoxha, reformada.MVRDV

Según una información de The Times, el mercado inmobiliario albanés movió 3.700 millones de euros el año pasado, el 15% del PIB nacional, pero sólo un tercio de ese volumen se financió convencionalmente a través de hipotecas y otros créditos bancarios. En la Albania del siglo XXI, aún es habitual el pago en especies (el constructor recibe dos pisos por su trabajo en una promoción, por ejemplo), lo que permite promover viviendas con poco capital inicial. Además, la propiedad es, a veces, confusa. Las leyes de reparación democrática de los años 90 no llegaron a dejar claro si muchos suelos perteneían a sus propietarios históricos, embargados por la república comunista de 1946 o a sus habitantes. Esa incertidumbre ha llevado a la existencia de un mercado de viviendas paralelo, un mercado B, sin escrituras de propiedad oficial y de bajo coste y, por tanto, más accesible.

La segunda explicación tiene que ver con esa Albania B. La economía sumergida representa 32.5% del PIB nacional, el quinto porcentaje más alto de Europa. En España, ese índice anda por el 21,5% pero hay una diferencia aún más importante: en España, el impacto del crimen organizado no es tan importante como en los Balcanes. El diario londinense The Times ha relacionado el bum de la construcción de la nueva Tirana con las reinversiones del crimen organizado albanés, ramificado por medio mundo. "Cada vez que alguien consume cocaína en Londres", dice el periódico, "debe saber que una parte del dinero que pague acabará en un rascacielos en Tirana".

El auge de Albania tiene réplicas en Macedonia del Norte, Serbia y Kosovo, otras economías supuestamente intervenidas por el crimen organizado. Y, en 2021, la fiscalía de Tirana abrió una investigación junto a sus colegas de Italia porque detectó que la 'Ndrangheta calabresa había penetrado en las administraciones urbanísticas de Albania a través de un sistema de sobornos que garantizaban los permisos de obras para sus proyectos. Los lectores de las novelas recientes de Roberto Saviano reconocerán esa conexión.

La tercera explicación es personal: la figura más importante en el bum de la capital albanesa es la del presidente del Goberno nacional Edi Rama, antiguo alcalde de la ciudad durante 11 años. En esa época, Rama se hizo famoso porque ordenó pintar de colores primarios las ruinas de hormigón de la ciudad comunista. La medida, según explicó después, sirvió para crear en los habitantes de Tirana un sentido de responsabilidad por los espacios públicos e, incluso, ayudó a incrementar la recaudación de impeustos locales.

Rama también es pintor, un político levemente extravagante en sus formas, convencionalmente socialdemócrata en su ideología y europeísta en su vocación. Su gran legado será la apertura de las negociaciones de Albania para entrar en la Unión Europea y el acceso a grandes líneas de financiación comunitaria. Parte de su política de relaciones públicas parece consistir en crear una ciudad de aspecto moderno y artístico. En 2017 el Gobierno promovió un plan urbanístico para Tirana que incluye cinturones verdes, infraestructuras culturales, sistemas de transporte público con cero emisiones... Y decenas de rascacielos. De todos ellos podríamos decir que comparten un estilo, un aire más artístico que suntuoso. ¿Quién los ocupará cuando estén terminados? Eso es más dudoso.